Heart of Gold

 

La vida es una búsqueda constante. Tratamos de encontrar aquello que nos haga vivir, aquello con lo que nuestra vida cobre sentido, aquello que nos dé sentido. Buscamos aquello que se ajuste a nuestros parámetros, a lo que hemos preconcebido, a lo que hemos imaginado y, por qué no decirlo, a lo que hemos soñado. Nunca dejamos de buscar.

A veces desistimos de la búsqueda, a veces simplemente nos olvidamos de buscar, y es justo en esas pausas que hacemos los hallazgos más grandes, los hallazgos que cambian nuestra existencia en alguna forma. A veces sucede que no sabemos qué hacer cuando esos hallazgos se manifiestan y sentimos miedo, como pasa siempre que nos enfrentamos a lo desconocido, a lo que no forma parte de nuestras rutinas o nuestros hábitos.

Algunos, sin saberlo, vamos por la vida en busca de un corazón de oro. Lo buscamos como aquel que anhelaba la piedra filosofal, o aquel que se aventuraba para hallar el Santo Grial; buscamos como aquel que medita para saber que es uno con la divinidad, igual que en el poema de Amado Nervo; buscamos un corazón de oro como quien busca el significado de la vida, el nombre verdadero de Di-s, la iluminación. Buscamos un corazón de oro que se funda con el nuestro, que nos haga sentir que encontramos lo que los alquimistas o los caballeros anhelaban, que alcanzamos el Nirvana, que hallamos el sentido de la existencia, el nombre único del que es quien es, o un pleno amanecer espiritual. Buscamos ese corazón de oro que nos haga sentir como si hubiéramos conquistado todo, como si poseyéramos lo más valioso de este mundo, lo infinito, lo divino.

Los hallazgos al azar en ocasiones son los más inusitados, porque generan cambios verdaderamente radicales. Máxime si encontramos algo que no sólo cambia nuestra percepción, sino esa parte de nuestro ser que pocas veces mostramos. Cuando hallamos un corazón de oro, todo se transforma en nosotros y lo que nos rodea; es un hecho excepcional que cambia muchos aspectos de nuestra existencia y, por qué no, de nuestro propio corazón.

Al encontrar algo que no esperábamos podemos sentir miedo, duda tal vez, pero en nuestro ser, a fin de cuentas, encontramos el impulso que necesitamos, ese minúsculo choque eléctrico que nos hace latir a la par de otro ser, de ese corazón de oro que hallamos por una razón que no logramos comprender, pero que nuestra alma conoce perfectamente.

Seamos, pues, como ese minero que busca en lo más profundo para hallar un corazón de oro. Abramos el pecho para resguardarlo cuando aparezca.

 

 

 

 

Leave a comment