We used to be friends

La amistad terminó desde hace mucho, creo yo. Desde aquella vez que le pregunté si iría al Corona Capital y me respondió: “Sí, pero voy a ir con una amiga”. En esa respuesta me dejó en claro que yo ya no tenía cabida en su existencia, ni en sus amistades, ni en sus afectos; yo ya no era nadie para él. Para colmo de males, de todas las personas a las que me podía encontrar en ese festival, me lo topé de frente a él, de la mano de su amiga (o mejor dicho, novia), muy feliz; ni siquiera me vio, y de todas formas me tapé con la capucha de la chamarra para pasar desapercibida, para terminar de ser invisible. Se lo platiqué a un amigo y me regañó; dijo que no debo esconderme de nadie ni sentirme avergonzada. Demasiado tarde.

En esos días de festival (el más lodoso y horrible al que he asistido), le escribí en WhatsApp para aclarar todo de una vez y no seguir pensando que yo había hecho algo mal. Le dije que si ya no me iba a hablar, respetaba su decisión, pero que me avisara. Dos días después respondió que no, que era porque andaba muy ocupado; yo sabía que no era eso, pero no dije nada, sólo me entregué a la resignación, como siempre.

Los meses transcurrieron y nunca más volvimos a hablar. Los likes y favs en las redes sociales en las que nos seguíamos, de escasos pasaron a nulos, y era como si fuéramos extraños, como si nunca nos hubiéramos conocido, como si ninguno hubiera estado presente en la vida del otro. Yo evitaba hacerme notar porque en alguna ocasión me comentó que otra chica con la que anduvo le preguntó qué onda conmigo, que por qué le likeaba y faveaba todo, aunque ni siquiera nos conocíamos en persona en ese entonces, y por ende, no quise que se diera una situación igual de incómoda.

Después de tantos meses de ausencia y silencio, decidí que era momento de emprender acciones y hacer algo con eso que sentía, con esa decepción, esa tristeza que causa perder un amigo. De algún modo reuní fuerzas, tomé valor y eliminé todo contacto con él: no podía seguir viendo lo que escribía, ni podía tolerar sus quejas acerca de los amigos que lo abandonaron, cuando a mí me trató de igual manera, me eliminó de su vida como a cualquier objeto viejo que estorba, que ya no tiene utilidad alguna. Me sentí como en una frase de Personal Velocity, que he adaptado para este post: “he dumped me… like a redundant paragraph“. Yo lo borré de mi vida, no como a un párrafo redundante, sino como a algo (o alguien, mejor dicho) que ya no tiene caso conservar, que sólo está ahí para recordarme que mi amistad no fue suficientemente valiosa para mantenerla a flote.

La cosa con las amistades, como con todo en esta vida, es que hay que ponerles empeño y atención, cuidarlas como se cuida lo que más se valora. Y, sobre todo, no tener sexo. Arruina todo. A veces quisiera que nunca nos hubiéramos besado la primera vez que salimos, y quisiera nunca haber visto su silueta atravesando aquel parque, después de despedirnos. A veces quisiera que nunca hubiéramos convivido, y que nuestra amistad se hubiera limitado a las redes sociales, a las palabras escritas. Pero no tiene sentido; vivimos las cosas por algo, y lo mejor que podemos hacer es aprender de ello, aunque no siempre sea agradable.

¿Que si estoy celosa? No. Si eligió a la chica con la que está ahora, sus razones habrá tenido y son respetables, pero sí debió decírmelo, dejar en claro que no me buscaría ni hablaría conmigo nunca más. Es más doloroso ser ignorado y eliminado así como así, que de antemano conocer los motivos por los que una persona anula todo contacto con uno. ¿Que si le guardo rencor? No. En verdad le deseo una buena vida, una vida dichosa. Se la merece. Todos merecemos ser felices. Yo también lo merezco, por eso es que lo dejé ir, por eso es que lo borré, para liberarme… Prefiero hacer de cuenta que nunca nos conocimos, a odiarlo eternamente sólo porque no supo ser bueno conmigo.

Dudo que él lea esto, pero si lo hace, espero que entienda mis motivos y que sepa que nunca lo odié, simplemente comprendí que hay que seguir adelante, cada quien en su camino. Y que hay que ser felices a pesar de todo, que hay que ser felices porque es lo mejor que podemos hacer con el tiempo que tenemos. Porque es lo mejor que podemos hacer siempre, todos los días de nuestra existencia.

Adiós, querido. Que seas brutalmente feliz.