Acuérdate

El 5 de noviembre falleció mi tía abuela. A partir de entonces, empecé a tener problemas de salud y a sentirme fatal. Me afectó sobremanera su muerte, las referencias sobre cómo pasó sus últimos días, y lo que nos platicó mi madre acerca del momento en el que murió.

Mi tía nos cuidó a mis hermanos y a mí cuando éramos niños. De pequeña me consentía mucho, me hacía un café con leche todas las mañanas (sí, tomaba café a los 5 años) y me llevaba al kínder; siempre guardaba una dotación de Gansitos en el congelador, y me daba uno cuando consideraba que debía dármelo. Me bañaba y me peinaba con un peine muy gracioso que tenía forma de perro; me arropaba cuando me quedaba en su casa, y me daba a mi oso de peluche para que pudiera dormir tranquila.

Aunque mi tía prodigó mucho amor, también nos inculcó ideas que no nos ayudaron en nada, y que, al contrario, en algunos sentidos nos jodieron la vida. No tiene ningún caso reclamar o guardarle rencor por ello, pues hizo lo que pudo con lo que tenía, con lo que aprendió de sus padres, de sus abuelos y de la gente que la rodeaba. Lo que nos sucede no es culpa de nadie más, es responsabilidad nuestra, pues es a causa de las decisiones que tomamos.

Mi tía fue una mujer humilde y siempre buscó ayudar a los demás. En lugar de pensar en las cosas negativas, prefiero recordarla así, como un ejemplo de generosidad y servicio, de compasión y de solidaridad con quienes tienen menos. También quiero recordarla en su cocina, preparando los platillos deliciosos que disfrutábamos en las celebraciones; todo lo que cocinaba era simplemente exquisito, y me aventuro a decir que, mi tía, al igual que yo, se transformaba al cocinar, y todo lo hacía con tanto amor que por esa razón le quedaba tan bien lo que preparaba.

Creo que nunca supe qué música le gustaba a mi tía, quizá porque no fue una persona tan musical y, quizá, porque ella tenía otros medios de expresión, como la comida y esos pequeños actos de bondad a los que les llamaba “servir a los demás”. La única vez que la escuché cantando fue hace muchos años, y en su voz se percibía cierta alegría, me transmitía una sensación de bienestar, de comodidad con el momento que estaba viviendo. Justo así es como quiero recordarla, como la mujer sencilla, generosa y contenta que siempre compartió lo mejor de sí con los demás.

Hasta siempre, “Tili”.