I dreamt that somebody loved me

De un tiempo para acá me que querido hacer la fuerte y a cada momento trato de convencerme de que no necesito a nadie, que yo sola estoy bien, que no me importa que nadie me quiera. Y sí, en cierta forma así es, pero también reconozco que, de vez en cuando, necesito unos brazos que me rodeen, que me protejan, que me hagan sentir que todo es perfecto. A veces necesito de alguien que me acompañe, que pase su mano por mi rostro y me dé un beso con el que me diga todo. En ocasiones, volviendo a una frase de Días de otoño, necesito tanto que alguien me quiera, que esté a mi lado, que vea por mí…

Pienso en todo lo anterior y después trato de olvidarlo, de esconderlo en lo más profundo de mi mente; me hago la valientita, la que no siente y a la que nada le importa; sigo mi vida porque, ¿qué gano con llorar por los rincones y quejarme todo el tiempo por algo que tal vez no sea para mí?

Chingo a mi madre.

Protocolos

 

—No, Lau, no digas que eres gorda.

—¿Por qué no?

—Porque no… esas cosas no se dicen.

—¿Y quién determina lo que se puede decir o no?

—Es protocolo.

—No lo hago por dar lástima ni para que la gente se conduela de mi situación. Realmente no sé a qué te refieras con eso de “protocolo”; en todo caso, yo tengo mi protocolo, que es hablar derecho, sin diminutivos ni palabras que supuestamente me van a hacer sentir mejor.

—Pues no se dice y ya.

—Pero y si yo quiero decir que estoy gorda y que uso calzones de abuelita, ¿qué? ¿Acaso vendrá un policía del protocolo a detenerme?

—No seas ridícula, claro que no vendrá nadie, pero hay cosas que es mejor no decir.

—Si tú lo dices…

—Es que no entiendes. Si sigues diciendo eso, ningún hombre se fijará en ti. A ellos no les gusta que nos mostremos inseguras, mucho menos que resaltemos nuestros defectos. 

—¿Entonces debo permanecer callada?

—Si quieres que los hombres se fijen en ti, sí.

—¿Y quién te dijo que quiero que los hombres se fijen en mí?

—…

Muertos

 

En algún momento pensé que cuando se da un rompimiento con una persona, conservarla como contacto en todas tus redes sociales es un signo de madurez. Lo pensaba hasta que me encontré un comentario en Facebook, en el que cierta persona le decía a otra que la ama. Al leerlo, recordé que una vez dije que necesitaba olvidarme de ese alguien, hacer de cuenta que nunca lo conocí. Conservarlo entre mis contactos, permitir que siga presente en mi vida, no me ayuda a lograr mi objetivo.

Me armé de valor y lo eliminé de todas y cada una de las redes sociales en las que teníamos contacto. Hace días me escribió en Twitter y dijo que me quiere mucho, pero yo pienso que alguien que te quiere no permitiría que vieras los comentarios que le hace su significant other, porque de antemano sabe el dolor que te causaría. Odié que me dijera eso. Odié que me escribiera, y sin embargo, no le di unfollow, opté por que prevalecieran la madurez y la ecuanimidad. 

Me resistía a borrarlo de mi vida, en el fondo quería que quedara una esperanza, aunque sea una sola vela prendida, pero al ver lo que escribió, me di cuenta de que yo no estaba actuando bien, y no para con él, sino para conmigo misma. Me estaba poniendo en último lugar, me estaba conformando con las migajas de eso que él nunca estuvo dispuesto a darme. Pero me armé de valor y, con unos cuantos clics, resolví lo que estuve postergando por meses. Sentí como si lo hubiera aniquilado, aunque también sentí alivio. Ya no puede escribirme y sé que no me contactará por teléfono, para él soy tan poquita cosa que ni siquiera es capaz de gastar en una llamada.

No puedo asegurar nada todavía, no sé qué vaya a suceder. Lo que sí sé es que, para mí, él está muerto. Éstas son las últimas palabras que le dedico, palabras que con el tiempo olvidaré, palabras que después no significarán nada. Duele matar a alguien, pero el dolor en muchas ocasiones es la antesala de los cambios, de las transformaciones, de las renovaciones. Hay muertos a los que se les recuerda con amor, hay difuntos a los que sólo se les recuerda, y hay muertos que simple y sencillamente nunca existieron para uno. Él será un muerto del tercer tipo, él pronto será un gran olvido, una laguna mental que no desaparecerá.

La más hermosa

 

Sucede que a veces, alguien que apenas conoces, con quien sólo has hablado por medios virtuales, te hace sentir mejor que las personas que te rodean. Te dice algo que te conmueve, que te enternece, algo tan cautivador que dudas que sea cierto, porque simplemente no tienes la costumbre de recibir palabras bellas y sinceras.

A veces, muy a veces, te encuentras con personas que te sorprenden, que hacen cosas que no esperas, que ni siquiera imaginabas que podrían hacer. Y tú simplemente no sabes cómo reaccionar ante tales situaciones, porque eres ignorante en esos ámbitos, pero te gusta y lo agradeces, porque te remueve cosas en el alma y te hacen sentir que no todo está perdido.

Ignoro si has visitado este blog o lo llegues a hacer alguna vez, pero de todas formas te doy las gracias, porque le has dado un poco de fe y alegría a este espíritu que se creía perdido, gracias por ese instante dichoso, por esas palabras que se han quedado grabadas en mi pensamiento, por esa sonrisa que dejé escapar, por recordarme que vivo.

Simplemente, gracias infinitas por hacerme sentir como la estrella más hermosa de esta noche.

Cuerpos perfectos

Quiero empezar este post con un dicho que ha pronunciado mi madre desde siempre: “Al que escupe p’arriba, en la cara le cae”. Todo lo que uno dice o hace tiene consecuencias. Es la teoría del caos en su versión más simple. Pero, ¿por qué hablo de todo esto? Permítanme explicarme.

Hace días, cierta muchachita publicó en Twitter una captura de pantalla del perfil de otra usuaria, acompañada de un comentario despectivo, que era algo como: “Esto es de lo más naco”. Las chicas lanzaron sendas retahílas de replies que seguramente provocaron la risa de varios (me incluyo) para exponer sus argumentos y defenderse de los ataques proferidos. La ofendida se defendió con más inteligencia que la ofensora, le dijo que es bizca, negra y naca, amén de que lucía ridícula queriendo ser swag, y si bien no son términos que me agrade decirle a alguien, sirvieron para poner a esta mujercita en su lugar, por lo que marqué como favoritos todos los tuits que escribió durante el altercado. Las horas pasaron y yo ya había olvidado el asunto cuando, de pronto, me encuentro un mensaje directo de la ofensora, diciéndome que me relajara y que el follow no es obligatorio. Pude haber respondido mil cosas que la habrían dejado callada o que la motivaran a hacer un “Laura Bozzo” y exigir su derecho de réplica, pero preferí no hacerlo. Yo no tengo por qué justificar lo que hago y no le doy explicaciones de mis actos a nadie, ni siquiera a mi mamá, y mucho menos lo voy a hacer con una escuincla irracional a la que ni siquiera conozco y cuya opinión me vale diez kilos de cacahuate piñatero.

Siguiendo con el penoso tema, la ofensora es una niña que se la pasa diciendo lo hermosa que es, lo maravillosa que es su vida, lo genial de todo lo que la rodea, y obviamente publica cientos de fotos suyas haciendo gestos y poses sugerentes, además de que usa prendas minúsculas, para que todo el mundo sea partícipe de su belleza. Y no, de ninguna manera estoy en contra de que las chicas muestren sus encantos o se consideren bonitas, más bien lo que repruebo es la intención.

Yo no subo imágenes mías en traje de baño o con poca ropa, porque realmente es algo que nadie querría ver y no soportaría la oleada de insultos y burlas hacia mi persona y mis kilos de más, pero después de darle muchas vueltas al asunto, he llegado a la conclusión de que si estuviera flaca tampoco lo haría. Tal vez soy muy old fashioned, porque yo prefiero reservar esas vistas para mi pareja o para la persona que se acuesta conmigo, y no difundirlas entre una bola de desconocidos que me van a decir obscenidades y se van a ofender si no les hago caso. Hay damitas que se desvisten porque es su trabajo y les pagan cantidades obscenas de dinero para hacerlo, y si a mí me ofrecieran lo mismo, supongo que también lo haría. También, hay algunas damitas que suben sus fotos por gusto, por el simple hecho de que alguien admire su cuerpo.Hay chicas a las que aprecio mucho, que publican sus fotos porque les da la gana, porque ya tienen suficientes seguidores y sólo les interesa gritarle al mundo lo contentas que están con ellas mismas. La verdad lo aplaudo, no es fácil desprenderse del exceso de ego en situaciones como esa. Pero cuando se exhiben con un fin tan inútil en la vida práctica como lo es aumentar su número de followers, creo que es porque tienen un problema serio de inseguridad.

No, sé que de ninguna manera soy la persona indicada para hablar de amor propio o de autoestima, pero sí sé que no hay necesidad de estarse exhibiendo para ser querida por las personas. Además, no sirve de mucho estar “preciosa” por fuera, cuando por dentro eres una mierda de ser humano y lo haces evidente a través de una red social.

Le damos mucha importancia a la apariencia y  a  la belleza física, tanto así que he sido testigo de las cosas terribles que hacen las personas para encajar y ser aceptadas. Algunas, se desvisten y hacen caras dizque sexies para que todo el mundo se desviva en halagos y comentarios que les levanten el ego. Otras, dicen barbaridades sobre la talla, la altura, el color de piel y el nivel socioeconómico de la gente, como si no fueran de este país o tuvieran millones en el banco o no anduvieran en metro. Algunas más, se autodenominan “swag“, “punk” o cualquier otra pendejada y critican los gustos, costumbres y aspecto de los demás, como si el swag sacado de contexto no fuera una cosa ridícula que lo único que provoca es risa loca. Otras más, publican fotos que no son suyas donde se ven unas chichotas, para que les digan lo sabrosas que están, y cuando las descubren, se hacen las ofendidas, se desaparecen unos días y regresan a seguir publicando fotos robadas. Y también está el caso de los que dicen ser guapísimos, pudientes y súper donjuanes, pero cuando alguien tiene a bien sacar a la luz las evidencias de su fealdad, el retrato de su verdadero yo, lo niegan y publican más fotos robadas para resarcir el daño.

Uno puede ser quien quiera en internet porque esta herramienta te da cierto anonimato, pero así como te ayuda a ocultar a tu persona, también ayuda a otros a encontrarla, por lo tanto es difícil guardar secretos. En la red es muy sencillo tener cuerpos perfectos, cualquiera puede ser una beldad o un adonis con tan solo plantar esa idea en la mente de quienes los siguen, pero qué triste que estos tiempos nos arrastren a esas conductas para que nos acepten, porque nadie quiere a las lonjas, ni a los dientes chuecos, ni a la piel morena ni a nada que pendejamente sea considerado como un defecto, como sucede en este capítulo de South Park. Supongo que estas cosas pasan porque todos necesitamos cariño, porque, como diría Pina Pellicer en Días de otoño, necesitamos tanto que nos quieran, que a veces creamos historias de cuerpos y bellezas sublimes para  hacer que suceda.

Cada quien hace de su vida lo que quiere, pero es triste ver que muchos deseen ser bellos y aceptados a toda costa. Quizá sólo soy una quejiche que piensa que el mundo puede llegar a ser maravilloso. Quizás exagero y la que está mal soy yo. Sin embargo, creo firmemente en que el verdadero reto es que las personas te aprecien tal cual eres, con tus defectos, así sean los más terrible, sin necesidad de encuerarte, ni publicar fotos falsas, hacer cosas vergonzosas, y mucho menos insultar a otros. La imperfección es la perfección más pura porque te da identidad, te da unicidad, y sobre todo, te da algo tan precioso como ser tú mismo, ser tu propia alma, tu propio nirvana.

Sandy, why can’t we look the other way?

Blogs

Alguien me preguntó si aparece en mi blog. Le dije que no, porque generalmente hablo de las personas a las que detesto (o a las que mato con el pensamiento y la memoria, que para el caso es más o menos lo mismo). Aunque también hablo de otras cosas, por ejemplo, las que me gustan o las que me duelen, y también para quejarme de que estoy gorda, de que me siento miserable y de que a mí nadie me quiere. Esta persona hizo referencia a un tuit de alguien a quien también sigo, en el cual expresó lo anticuado que es escribir tantos caracteres para que prácticamente nadie los lea. Lo sé y la verdad es que no me importa.

Sería fácil publicar en Twitter todo lo que listé anteriormente, pero francamente no me dan ganas porque ahí estoy más expuesta. En mis blogs puedo ser yo, sin temor a que alguien me sermonee, me aleccione, o simplemente se burle de mí por representar todo lo que odian los tuiteros promedio (gorda, asalariada, soltera, la UNAM como alma máter y una larga lista de etcéteras). Y no es que no pueda lidiar con eso, simplemente ya me cansé de que otras personas lo hayan recalcado cada puto día, como si fuera un motivo de vergüenza. Realmente, lo que me da más vergüenza es que haya gente tan perdida y tan vacía, que basa su simpatía y gracia en humillar a otros, en hablar mal de otros o en excluir a otros: en matarlos con el pensamiento, básicamente.

Yo no quiero que me sigan 20 mil personas en Twitter, ni quiero ser una celebridad de internet, porque son cosas que únicamente quitan tiempo y no van a cambiar el hecho de que soy la misma idiota de siempre. Hago chistes tontos y me río de todo, soy muy clavada con la ortografía y con mi trabajo, pero me la paso pocamadre. No tengo los medios para gastarme $10 000 en una peda, pero cocino chingón (comida terrenal, no sus fusiones y esas mafufadas que le gustan a la gente “bien”) y puedo sostener una conversación que no tenga nada que ver con la fama tuitera ni con mierda materialista. Solita me la paso increíble, y también me la paso de maravilla con las personas que leen mis 80 mil caracteres en una entrada de blog, y con los pocos seres con los que convivo y me agarran el pedo, porque en cierta forma somos parecidos, en cierta forma tenemos algo en común.

Francamente, estoy asqueada de las personas que no tienen los huevos suficientes para ser así de imbéciles en la vida real, que se esconden tras una cuenta de miles de seguidores para expresar la mierda que son, y que, peor aún, se atrevan a decir que no es en serio, cuando es más que evidente el odio que imprimen a todos y cada uno de sus 140 caracteres. Sí, es divertido tener un alter ego, pero por lo menos hay que ser congruentes. Yo me burlo de mí misma, pero al igual que lo hago en Twitter lo hago con mis amigos, con mi familia y con cualquier persona ante la cual me nazca hacerlo. No me gusta hablar mal de los demás porque yo ya tengo suficiente material sobre mi persona como para escribir 100 mil tuits, y es mucho más edificante reírme de mis defectos y trabajar en ellos, que burlarme de algún pobre que ni la debe ni la teme. Y sí, no niego que me he encontrado con personas increíbles en Twitter, personas a las que quiero mucho, justamente son todas ellas las que me han mostrado que se puede ser divertido e interesante sin necesidad de humillar a otros. He aprendido mucho más de unos pocos que de las mayorías.

Creo que este post es un rant muy largo, creo que es una lista de quejas, y creo que esto probablemente se deba a que me siento de la chingada y la infección me hace alucinar, pero si no lo digo ahora, no lo diré nunca. No me siento como un ser superior porque no lo soy; estoy llena de defectos horribles y una que otra virtud, pero no tengo por qué asquearme y asquear al mundo expresándome de manera deleznable de otras personas que no son muy diferentes de mí, y a las cuales yo no tengo por qué considerar inferiores ni mostrarles un odio infundado.

El mundo probablemente nunca estará en paz, pero yo sí puedo estarlo conmigo misma, con la tranquilidad, con la belleza de contar con miles de caracteres para expresarme, aunque nadie los lea. Al final del día, es mucho más sincero que algún valiente te lea y te conozca como eres, a que te sigan miles de personas por representar lo peor del género humano, por aparentar lo que no tienes.