Me ha llevado tiempo darme cuenta de que, muchas personas que encontraba encantadoras, en realidad son insoportables. Critican a aquellos que piensan que lo saben todo y que se sienten una autoridad en todo, pero ellos también son así, aunque sea un poco más complicado descubrirlo porque andan por la vida con una máscara de simpatía que se funde a la perfección con su propio rostro.
Nunca espero nada de los demás, ni siquiera de la gente encantadora. Pero no puedo negar que se siente feo darse cuenta de cómo es alguien en realidad, no tanto por sus vicios o sus defectos, eso es algo muy propio y pretender que cada quien lo cambie es inútil, sino porque todo lo que dijo de sí mismo es una mentira. Y una muy ruin, por cierto. El desencanto se siente como ese vacío, ese dolor hueco que a veces tengo en el pecho, como cuando ves a un perrito en la carretera o a un vagabundo que camina por una vía rápida; en verdad es algo feo, feo, feo, aunque sé que pasará; al igual que todo en esta vida, esto pasara y lo olvidaré poco a poco, poco a poco… ¡Miren, un gatito!