De plantas y otros pleitos

Ayer estaba en la cocina cuando escuché que la vecina regaba mis plantas. De pronto, apareció en escena su hermana, quien empezó a hacer agudos comentarios acerca del cuidado que en esta casa se le da a todos esos ejemplares del reino Plantae que yacen afuera en simpáticas macetas.

La metiche en cuestión dijo: “Mira cómo están las plantas de secas y mal cuidadas, ¿pues qué estas ‘señoras’ no se dan cuenta? ¡Qué barbaridad!”. Pinche vieja pendeja. En primer lugar, mi hermana y yo no somos ‘señoras’. En segundo lugar, ha llovido toda la puta semana, las plantas tienen agua de sobra. Además, mi hermana y yo trabajamos todo el día y no tenemos tiempo de arreglar las ramitas y la tierra de las macetas para tener la aprobación de gente sin nada mejor qué hacer que joder a los demás, mucho menos la de alguien que ni siquiera vive en el edificio.

Una planta me merece respeto como cualquier ser vivo en este mundo, pero entiendo que a veces tiene que secarse porque no se adapta al lugar en el que se encuentra, o simplemente ya completó su ciclo de vida. Seguramente a la vieja criticona también se le han muerto muchas plantas y nadie hace mayor escándalo por ello. Hay cosas más meritorias.

Según esta señora, mi hermana y yo poseemos el mismo grado de maldad que Atila el Huno o Judas Iscariote, y merecemos un castigo ejemplar. Según una servidora, mi hermana y yo no somos tan malas como aquellos que sólo se dedican a joder al prójimo. Eso es malísimo y debería ser castigado severamente. El mundo no cambiará mientras las personas no entiendan que andar de pinche metiche no deja nada bueno.

Vaya penurias que debemos soportar los inquilinos. Si algún amable lector de este blog renta un inmueble, siga este consejo: NO TENGA PLANTAS.