Cómo se viene la muerte tan callando…

Mi padre murió hace dos semanas. Murió un miércoles en la madrugada. Su muerte fue repentina, ninguno de nosotros imaginaba que llegaría. Al menos no tan pronto. Los días pasados fueron de palmaditas en la espalda, de opiniones diversas, de gente diciéndote qué hacer, de pláticas de enfermedades y de nota roja, de frases de todo tipo. Lo que sí es que nadie puede decirte qué sentir, qué pensar o cómo actuar. Eso es algo personal, que llevamos bien adentro y que no es para estarlo compartiendo con cualquiera.

Mi padre fue un hombre recto y siempre quiso hacer bien las cosas. Tenía su genio, pero también tenía un gran corazón. Siempre buscaba la manera de ayudar a los demás, sin importar de quién se tratara, pues para él no había distinciones. Era muy querido por los niños y en ocasiones incomprendido por los adultos, sin embargo, casi todas las personas a las que conoció se expresan bien de él. Mi padre estaba enfermo y no resistió más, pero está el pensamiento recurrente que, de haber vivido, podría haber empeorado su salud, al grado de quedar en coma o postrado en una cama.

Extraño mucho a mi padre, aunque sé que es cuestión de tiempo acostumbrarnos a su ausencia. No dejé nada pendiente con él, traté de decirle todo antes de la sepultura, para no guardar rencores y dejar que se fuera en paz. Ahora sólo guardaré en el recuerdo todo lo que yo amaba de su persona, y lo mantendré vivo en mi corazón. Me declaro incompetente para hacerle el homenaje que se merece, por eso me valgo de las palabras para expresar lo feliz y orgullosa que siempre me sentí  de ser su hija. Mi padre no está aquí, en el mundo material, pero estoy segura de que está en paz, que se siente dichoso y que nos amará siempre, de la misma forma en que nosotros lo amamos.

A mi padre lo despedimos con su música favorita (si una de sus costumbres me quedó muy arraigada, fue la de escuchar música siempre). Le gustaban las canciones de Serrat, de Cuco Sánchez, de los Beatles, los corridos y las canciones norteñas, pues él nació en Sonora. Cuando mis hermanos y yo éramos niños, él tomaba su guitarra y empezaba a cantar. Era algo que todos disfrutábamos mucho. La siguiente es una de sus melodías preferidas, la cantaba por las mañanas, por las noches, cuando sentía ganas de cantar, o simplemente quería sentirse contento:

Mi padre era un héroe para mí, y dejando de lado que era de mi familia, fue la mejor persona que he conocido. Mi padre fue un gran esposo, un gran papá y un gran amigo. Sin duda muchos lo vamos a extrañar.

No importa que te hayas ido, pá’, siempre serás mi norteño favorito.

“… y se fue tras de su alma
con su paso extraviado y generoso
el miércoles pasado.”

Abigael Bohórquez