Voces

El 13 de noviembre de 2013, hace exactamente un año, fue el peor día de mi vida. Aún escucho las palabras de mi cuñada al teléfono, cuando me avisó que mi padre había fallecido. A veces, al pensar en ello, regresa a mí esa sensación terrible, ese dolor que invadió mi alma hace 365 días.

Mi padre siempre tuvo el carácter fuerte y siempre fue muy recto. También fue generoso y compasivo, y siempre trató de inculcarnos lo mejor a mis hermanos y a mí, nos motivó a hacer el bien y a ayudar a los demás sin que tuvieran que pedirlo. En pocas palabras, nos educó de la mejor manera que le fue posible, y siempre le estaré agradecida por ello.

La música siempre estuvo presente en su vida. Cuando éramos niños, mi padre tocaba la guitarra y cantaba de vez en cuando; también ponía sus discos favoritos los domingos por la mañana, y escuchábamos sus canciones durante el desayuno. Ya en los últimos años, compraba CD’s que reproducía en el estéreo del auto, y cuando dejó de manejar, los tocaba en el reproductor; no importaba dónde se encontrara, para él siempre era grato escuchar melodías.

Cuando hacíamos viajes largos, siempre llevaba sus cassettes para escuchar música mientras manejaba. De repente cantaba, quizá para mantenerse despierto, y yo solía hacerme la dormida para escucharlo, y aunque no entendía nada porque todas las canciones estaban en inglés, me agradaba oír su voz; creo que, de alguna forma, me tranquilizaba.

Ahora ya no hay viajes largos y no escucharé más la voz de mi papá, sólo está presente en las fotografías, en los recuerdos que mi familia y yo tenemos de él. Lo más tangible es la música, las canciones que le gustaban y que no puedo escuchar sin llorar un poco, o al menos sentirme melancólica. Cuando escucho esas melodías, me gusta pensar que mi padre está a mi lado, cuidándome y diciéndome que todo estará bien. Yo sé que así es, que así será. Sé que él sigue conmigo, porque vive en mí.

Recuerde el alma dormida,
avive el seso e despierte
  contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
  tan callando;
  cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acordado,
  da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
cualquiere tiempo passado
  fue mejor.