No. Tú y yo no podemos ser nada, ni siquiera amigos.
Estoy cansada del mismo juego de siempre, de borrarte y des-borrarte de todas partes, de que tú me digas que no quieres que salga de tu vida, de que quieres seguir hablando conmigo, de que insistas en ser mi amigo. A mis amigos los necesito cerca porque los quiero, porque hacen que mi vida sea mejor, pero eso no sucede contigo, así que no puedo atender tu solicitud.
Entre tú y yo siempre se da la misma dinámica enfermiza en la que hablamos y me haces creer que te importo, y de pronto desapareces, pero cuando regresas, lo haces con una nueva novia o alguna persona que para ti valga más la pena. Me culpas por lo que no sucedió entre nosotros, pero sé que no es así, pues no fui yo quien decidió sustituir a nadie. No puedo darte y darle importancia a ese castigo que me impusiste, porque, de igual manera, no soy importante en tu vida y lo demuestras con creces. Siempre encuentras a alguien que ocupe ese lugar que jamás me ofreciste, y por el que, hace mucho tiempo, dejé de luchar. Así que, no, ya no puedo seguir con este juego; estoy muy decepcionada, fastidiada y asqueada, pero aún tengo la fuerza suficiente para, ahora sí, cumplir lo que ya varias veces me he propuesto: hacer de cuenta que no existes, que nunca estuviste en mi vida, que nunca te conocí y que, por lo tanto, eres una nulidad para mí.
Este juego ha terminado. Espero que cada quien, al fin, se quede con sus fichas, y que esa jugada se anule permanentemente, que nada de lo que (no) fuimos vuelva a ser ni vuelva a existir jamás.