Emoción

Hay una persona a la que conozco desde hace algunos años. Esa persona sabe muy poco de mí (salvo lo que le he llegado a contar) y yo sé muy poco de esa persona (salvo lo que me ha llegado a contar). Nos seguimos en Twitter y en otras redes sociales y, como dice una canción que cantaba Lucia Bosè, “habitamos la misma ciudad, vivimos bajo el mismo cielo, respiramos los mismos virus, pisamos las mismas aceras…”, pero convivimos muy poco. Además, todo nuestro contacto siempre se ha dado de manera virtual.

Cuando esa persona me escribe, experimento algo muy parecido a la emoción. Siento alegría. Siento un vacío en el estómago. Sonrío. Repaso sus mensajes una y otra vez, hasta que los memorizo y se me olvidan, y los vuelvo a memorizar y se me vuelven a olvidar, y los releo y me quedo con aquellas palabras que considero relevantes, con lo más sobresaliente de lo que él escribe. Sigo sonriendo.

La emoción poco a poco se desvanece cuando, inevitablemente, recuerdo que nunca me verá con otros ojos, que para él siempre voy a ser la chistosita, la que está obsesionada con los gatos; la emoción se va cuando pienso en que disto mucho del tipo de chicas que le gustan, que se siente atraído por aquellas mujeres que no se muestran impresionadas ante su persona, y pues, no puedo lograrlo porque me gana la emoción… A veces siento el impulso de la desfachatez y pienso en decirle que me gusta, pero recuerdo mis antecedentes, todas esas terribles experiencias en las que he sido sincera, y me queda claro que siempre han terminado en desastre… Entonces desisto.

Quizá lo más prudente sería que me olvidara de él, que dejara de alegrarme al ver un mensaje suyo en la bandeja de entrada, que me enfocara en cosas más tangibles, más reales. Decía Lord Byron: “In secret we met— in silence we grieve, that thy heart could forget thy spirit deceive”. Esto también es un secreto, algo que siempre he callado. Tal vez en silencio es como debe permanecer, porque, a fin de cuentas, se trata de una infatuación, de algo que la otra parte involucrada desconoce y que probablemente nunca llegue a preocuparle o a importarle.

Ignoro lo que vaya a suceder en un futuro, aunque, por como veo las cosas, dudo que la situación cambie. Por lo pronto, me quedo con este secreto, con esta emoción que le añade sal a mis días, que de alguna forma le aporta sabor mi existencia… Me quedo con esta sensación de la que me nacen sonrisas, con esas palabras que, aunque simples, han sido como un regalo, con esta emoción que me recuerda que, a pesar de todo, aún puedo sentir…

Gracias, Desconocido Vecino, porque por ti supe lo que es tener mariposas en el estómago… o hambre, qué se yo.

Am I wasting my time living in my head?

Tipos III

—¿Qué tipo de mujer eres?
—No sé, normal, creo…
—¿Te dan like en Tinder?
—A mí nadie me da like en Tinder.
—¿Te piden tu teléfono?
—A mí nadie me pide mi teléfono.
—¿Te piden matrimonio?
—A mí nadie me pide matrimonio.
—Ya…

Tipos II

—¿Crees que seas el tipo de mujer que alguien busca?
—No.
—¿Por qué?
—Porque a casi todos los hombres de este país les gustan bonitas, flacas y locas.
—¿Y tú cuántos de esos requisitos cumples?
—Uno.
—¿Cuál?
—Adivina…